Expedia y Mungo Park

En 1903, Wilbur y Orville Wright lograron que una pesada máquina volara durante 59 segundos sobre la colina Kill Devil, cerca de Kitty Hawk, Carolina del Norte. Noventa y tres años más tarde, Bill Gates me vendió un pasaje aéreo a Tulsa, Oklahoma. ¿Eso se llama progreso o no? 

El site Expedia de Microsoft (www.expedia.com) no es, por cierto, la primera agencia de reservas y venta de pasajes de la Red. De hecho, yo pido pasajes online desde fines de los '80 cuando el sistema SABRE de American Airlines entró en el Prodigy Service como EAASY SABRE. En ese entonces, lo que me impulsaba a comprar pasajes online era el asombro que me provocaba poder planear mis propios horarios de vuelo, elegir mi asiento en el pasillo o la ventanilla -¡pasillo, por favor!- y decidir si haría la combinación vía Chicago o Dallas. De todas maneras, la interfase EAASY SABRE tenía muy pocas cosas que estimularan a repetir la experiencia: los códigos eran confusos, navegar por las pantallas era una experiencia bizantina y, al final, uno no estaba totalmente seguro de haber cargado o no la tarjeta de crédito.
 

Saltemos algunos años para llegar a la World Wide Web. Algunas empresas de aviación tienen sus propios sites de compra de pasajes. Otras, llevan al cliente de un punto A a un punto B para embolsar al hacerlo una jugosa comisión. En mis primeros intentos con Travelocity (www.travelocity.com), sentí una gran decepción. Se trataba nada más que de una versión Web del viejo EAASY SABRE (los que todavía añoran la vieja interfase ASCII EAASY SABRE pueden seguir usándola en dps1.easysabre.com:10443/ezsabre.ctl. Mi opinión es que esperar un itinerario allí es la muerte).
 

Travelocity era infinitamente más fácil que lo que teníamos antiguamente, pero igual me hacía pasar las de Caín para conseguir pasaje en un vuelo. Además, en la época en que lo visitaba, el site tenía apenas unos meses, por lo que presentaba algunos problemas técnicos y ofrecía un mismo servicio más de una vez.
 

Tal vez estos problemas se hayan arreglado desde entonces. En realidad, no me importa demasiado desde que, en un último esfuerzo por usar la Web para comprar pasajes de avión, decidí probar con Expedia. Era nuevo y relativamente poco testeado. En consecuencia, yo sabía que corría un riesgo. Por otro lado, tenía una esperanza algo enfermiza: quería ver cómo se iba a pique la pomposa entrada de Bill Gates en el mundo de los servicios.


No pude satisfacer mi deseo: debo admitir que, desde mi primera visita, Expedia me resultó impresionante. Las pantallas se cargan enseguida (Microsoft puede darse el lujo de tener servidores rápidos), las instrucciones son claras y van paso a paso y los pasajes me llegaron a tiempo, por correo, en un package prolijamente diseñado en coquetos tonos tierra y borgoña. Traían, además, un número telefónico para llamar gratis por si tenía alguna emergencia durante mi viaje. Del principio al fin, tuve la inquietante sensación de que en Expedia la mano izquierda sabía lo que hacía la mano derecha y que habían invertido tiempo y dinero para que todo funcionara. Maldición. Un punto para Bill. Y una experiencia sin problemas para mí, debo reconocer.

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